Hey! Our dear Don-chan (Sûichi Okita, 2022) - Reseña Rebañada

Reseña con spoilers del largometraje de 2022 "Oi! Don-chan" (おーい!どんちゃん), escrito y dirigido por Sûichi Okita.


 

A la hora de hablar de una película sobre tres hombres y un bebé, es difícil no compararla con "Tres hombres y un bebé" (3 Men and a Baby). Pero con todos mis respetos al director Leonard Nimoy, "Oi! Don-chan" es mejor.


Oi! Don-chan —titulada en el mercado internacional "Hey! Our dear Don-chan"— es una comedia costumbrista muy nipona. Tiene largos planos de gente sentada mirando al vacío, escenas que sólo entiendes si comprendes una faceta concreta de una cultura; y por eso mismo me ha encantado. Tiene algunas escenas que son una joya.


Según he leído, la bebé —que en los créditos también figura como Don-chan— es hija del director, Sûichi Okita. Él reunió a tres actores con experiencia en improvisación para trabajar con ella y un guion flexible. Esto hace que la duración de los planos sea mucho más realista de lo que el género de la comedia acostumbra. La película dura dos horas y media, puedes ver cómo crece la niña. Creo que el ritmo sería más llevadero eliminando algun inciso breve, como el del director teatral en la bañera o la parodia de Rocky Balboa.


La premisa de la historia es esta: tres solteros encuentran en la puerta una bebé, hija de uno de ellos. Los tres aúnan fuerzas para cuidar de ella a la vez que prosiguen sus carreras como actores.

Se da una evolución en las personalidades de los protagonistas y en su entorno. Por ejemplo, la peli empieza siguiendo a uno de los tres actores. Le han dado un papel en un drama televisivo donde un asesino lo mata nada más aparecer. ¡Es un actor de método! En la primera escena, observa la jaula de los leones del zoo para estudiar el instinto asesino. Pero es un hombre tan tierno que lo único que se lleva del zoo es un peluche de un panda; y por supuesto, luego se lo dará a la pequeña Don-chan. Lo curioso es que un par de años después, Don-chan tendrá el juguete de un lobo.


La llegada de Don-chan es precedida por augurios. Mientras los tres amigos juegan al Monopoly, el padre saca un par de veces la tarjeta de «Has tenido un bebé, recibes 2.000 de cada jugador».

Durante el primer día, dos de ellos se turnan en los cuidados, porque el padre ha entrado en negación y está durmiendo o viendo la tele. Dicho así, suena horrible, pero el modo en que está ejecutada la escena me hace mucha gracia. Además, enseguida los límites entre padre biológico y padre honorario se diluyen: en una misma secuencia ves a uno bailando en una audición, al otro cuidando del bebé y al otro envidiando a las amas de casa mantenidas.


Una de las escenas con más fuerza es la del grupo teatral. Plasma con una autenticidad casi incómoda las presiones y los roces de los ensayos. El director de repente se quiere ir porque siente que es el único que se esfuerza de verdad, y tienen que intervenir las personas adecuadas para que la moral no se vaya al garete.

Otra escena interesante es la de la de los llantos en la habitación. Una pareja se reconcilia llorando y repite un par de veces las mismas frases. Llegas a dudar si están ensayando un texto o es un guiño al histrionismo de la misma realidad.


El hilo narrativo parece seguir una serie de palabras clave. Los tres papás proponen montar un picnic al aire libre porque son personas muy caseras, muy de interiores; osea, «indoors». Uno de ellos acaba en una película de la India; o sea, «Indo». Hacia el final, se repite el juego del Monopoly y el papá cree escuchar de nuevo un llanto de bebé, y enseguida vuelve de su paseo la pequeña Don-chan, que ese día quería volver pronto a casa.

La historia respira entre interiores y exteriores, entre lo que conservas en el hogar y lo que quieres atrapar ahí fuera.


Toda historia de una madre que dejó a su bebé en una puerta conlleva un drama cuando regresa. En una comedia como Oi! Don-chan, este drama crearía un bache importante en el tono general, pero el guion lo resuelve de un modo tan ingenioso como eficiente.

El estudiador de la jaula de los leones se va dos meses a filmar una película con el Sr. Khan, un famoso director hindú. Cuando vuelve, la madre ya volvió y todos hablaron lo que había que hablar. Lo gracioso es que él intenta empezar el drama, pero le cortan y le dicen que ellos ya pasaron por todo eso mientras él estaba fuera. Y dice el estudialeones: «¿Y ahora qué hago yo con mi ira?» (La ira de Khan).

Y le responden: «Cómetela.»

Me encanta.


La crianza de un bebé tiene aspectos positivos y negativos. Sin embargo, la película equilibra su tono mostrando lo más agradecido de la paternidad y lo más sacrificado de la vida laboral. Don-chan es el talismán que da suerte a los protagonistas incluso cuando se empeñan en trabajar en proyectos absurdos con los que nadie se identifica. Ya lo dice el hombre que intenta secuestrar a Don-chan: «Los bebés son una bendición.»

Y sí, un hombre intenta llevarse a Don-chan durante la acampada. Se sucede una persecución bastante ridícula por unos hermosos paisajes de Nagano. Quizá sea la única escena problemática por el hecho mismo de que la edición y la música lo muestran como algo divertido que no es divertido. Además, esta escena es la que da el título a la película. Los protagonistas gritan: «¡Eeeeh! ¡Don-chaaaan!»

Pero lo más sangrante es que lo que en un primer momento es presentado como aventura inocente, hacia el final adquiere un tono solemne cuando el evento es representado por actores. La compañía teatral interpreta una obra que narra las experiencias de nuestros tres amigos, y la primera función es en una cárcel. Todos los espectadores son reclusos que asisten con el corazón cerrado, con una pose casi militar. El rechazo en sus rostros es insoportable, y el dramaturgo se hunde. El único conmovido es el reo Ozawa, que tiene una hija y la quiere volver a ver cuando salga. El amor de los tres padres por Don-chan inspiró la obra que salvó al reo Ozawa, y a su vez la nota de agradecimiento que escribe Ozawa salva al dramaturgo de la desesperación.


Ya sabemos que el cine japonés no teme al silencio. Las cosas duran lo que tengan que durar; y para los espectadores que se presten al juego, esto crea un ambiente inmersivo. O sea, que en este juego de paternidad, tú, desde el otro lado de la pantalla, eres el 4º padre.

Si no te gusta el ritmo pausado del cine japonés, no te recomendaré esta película. Sólo terminaré diciendo que uno de los juegos de Don-chan es el de la lista de asistencia. Sus papás van diciendo nombres, ella dice a todos que sí, y le responden riendo: «¡Ese no es tu nombre!» Pues bien, en determinado momento, le dicen el nombre Akira Kurosawa, Don-chan responde «sí» y todos celebran que ese no es su nombre.

Don-chan no es Kurosawa, ni lo necesita. En lugar de una preparación colosal con storyboards pintados a acuarela plano a plano, en Oi! Don-chan comienzan a grabar después de la merienda y honran el presente prestando atención con toda su ternura.



 

 

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