Star Trek: Picard (3x10, FINAL) - Reseña Rebañada

Reseña bien spoilerosa de "Star Trek: Picard", temporada 3, episodio 10 (estrenado el 20 de abril de 2023). 


 

[Corte Lower Decks: «¡Es otro Enterprise!»]


Episodio final de Star Trek: Picard.

La semana pasada dije que los borg no deberían haber vuelto porque Alison Pill es una reina. Y resulta que una de las pocas partes de la temporada 2 que me había gustado en realidad me gustaba porque la había entendido mal. Los Borg Buena Onda que abordaron la Stargazer no hicieron cambios en el colectivo borg maligno. Y no hicieron cambios en el colectivo borg maligno porque Jurati necesitaba 400 años para descifrar la canción francesa. ¡Normal que no me enterase!

Aparte, en un foro leí que el showrunner de las temporadas 2 y 3 —Terry Matalas— había explicado que esos de Jurati no eran borgs de verdad. Yo pregunté: «¿dónde lo explicó?» Y me dijeron que en Twitter.

Llámame fundamentalista, pero creo que Twitter no cuenta como parte de la narrativa oficial. La ficción se debe explicar dentro de la ficción. En los tweets de Matalas, lo más parecido a una explicación canónica está en una mención al capitán Shaw en el episodio 4. Vamos a ver qué dijo Shaw:


[Corte de 3x04 - Minuto 30:39]

«Forget about all that weird shit on the Stargazer. The real Borg are still out there...»

«Olvídate de todas esas mierdas raras donde la Stargazer. Los borg de verdad aún siguen ahí fuera...»


Esto tampoco es una explicación; es Terry Matalas cagándose en la temporada 2. Una cosa es que Riker y Troi se burlen de su casa en Nepenthe, y otra es crear un cisma entre la temporada 3 y todo lo que vino antes porque el showrunner quiere juntar las mejores películas de la saga en un pastiche.


Sobre el retorno de la Enterprise D, es normal que la gente que no lo vio venir diera saltos de alegría. Toda la temporada apuntaba a ello. Yo también me emocioné cuando hace dos meses me imaginé la posibilidad. Pero no me emocionó tanto en el momento de la revelación por dos razones.

La primera razón: la disonancia emocional. Los héroes acababan de ver morir a cientos de personas, corría mucha prisa salvar a millones de almas, y se ponen a hacer chistes de la moqueta. No puedo emocionarme al verlos replicar sus antiguos gestos en sus antiguos puestos si el hacerlo los convierte en los peores héroes. ¡Imagina que pudieras oír las matanzas borg mientras tanto!

[Ruidos de destrozos enmedio de la nostalgia]

Y la segunda razón: porque la Enterprise D es la gran salvación a la gran amenaza; pero yo sentía que el retorno de los borg era un error. En la temporada 1, el Artefacto era la prueba de que la estratagema del final de Star Trek: Voyager había dado sus frutos. Literalmente, nos mostraron que los borg ya no eran más que un cascarón de lo que fueron. Justo por eso tenía sentido que los borg de la temporada 2 vinieran de una continuidad paralela. Asimismo, el hecho de que la relación con los borg terminase con optimismo introducía un mensaje poderoso. A lo mejor no íbamos a ver la paz de un año para otro, pero los borg malignos estaban debilitados y la amistad de la reina Jurati era un buen comienzo. La reaparición de los borg antiguos destruye los pocos logros de las temporadas anteriores. Y como su presencia me pareció un error de guion, la solución propuesta tampoco me importó.


Entremos ya al episodio 10: «The Last Generation». Es un título nostálgico que cierra un ciclo. La nueva generación termina en La última generación.

Como cierre de la serie actual, este episodio no debería funcionar. Se olvida de los personajes nuevos del inicio y rescata hilos de otras series. No está diseñado para dar un buen final a Star Trek: Picard, sino para dar un buen final a los fans de todo el Star Trek de los 90. Si nos gusta, es porque es mucho mejor despedida que Némesis.


La última generación comienza con un cameo sonoro de «la primera generación». Walter Koenig regresa para interpretar al hijo de Pável Chéjov, que llegó a presidente de la Federación. Aparentemente, su nombre también era un cameo. Todos los fans dijeron: «¡Ah, qué detalle tan bonito! ¡Se llama Anton, como Anton Yeltchin, el actor de Chéjov que murió joven!» Mientras tanto, yo pensé: «¡Oh, se llama Anton Chekhov, como Antón Pávlovich Chéjov, dramaturgo ruso del siglo XIX que aportó nuevo valor a la técnica del relato breve! ¡Referencia que ya estaba presente en la serie original porque Pável Chéjov ya era de por sí una referencia a Antón Pávlovich Chéjov!»

Este es mi problema con el exceso de nostalgia. ¡Un guiño anula al otro! Para hacer referencias a los precedentes, hay que entender qué significaban en su contexto original; y sobre todo, entender qué significarían si se combinan con otras referencias en el contexto actual.

Por ejemplo: los borg solían ser los enemigos definitivos de Picard, y nos dieron el mejor remate imaginable en la película Primer contacto. Pero si los borg acabaron enfermos y moribundos fue porque se encontraron con Kathryn Janeway, el Azote del Cuadrante Delta. Los borg dejaron de ser los enemigos definitivos de Picard cuando su significado original fue cambiado durante Star Trek: Voyager. Fue un error traerlos de vuelta. Incluso si no te gustase la Reina Jurati, al menos eso nos daba un final con identidad propia.


La Enterprise D se arrima al cubo borg, que se ha escondido en Júpiter. La fotografía es impresionante. Todo el aspecto técnico supera todo lo que nos hayan dado hasta la fecha.

Las despedidas tienen mucha sensibilidad. De verdad crees que alguien podría morir. Ojalá Terry Matalas siempre dejase que hablara su trabajo como director por sí mismo y no estropease las muertes en cada entrevista:

«¡No, a lo mejor Ro Laren se teleportó cuando se cortó la comunicación!» ¿Adónde se va a teleportar? ¿A la nave de los cambiantes?

«¡No, a lo mejor Shelby no murió porque se cortó la comunicación!» Mataron a Shaw con un disparo, ¿y Shelby va a sobrevivir a dos?

«¡No, Elnor no murió cuando destruyeron la Excelsior porque... porque lo digo yo en Twitter!» ¡Ah, bueno, si lo dices en Twitter, ya es canon, hombre!


El equipo de salida entra en el cubo y se encuentra con un montón de borgs muertos. Esto es lo que yo necesitaba saber la semana pasada para no malinterpretar la verdadera amenaza. Si en el episodio 9 nos hubieran mostrado algunos planos de los borgs agonizando, ello hubiera acentuado las implicaciones del contagio a los jóvenes.

Los episodios penúltimo y último necesitan verse seguidos para que no te quedes una semana haciéndote preguntas equivocadas. Diría que el episodio 9 no me gustó porque no es más que el puente donde se hacen los cambios necesarios para que el episodio 10 sea justo como los guionistas querían. Por eso el episodio penúltimo es tan apresurado y todo sucede porque sí. Fue la alfombra bajo la que barrieron toda la mugre para que el final pareciera mejor final.


Volvamos con los elementos satisfactorios.

Una tras otra, se atan todas las tramas. Mi parte favorita fue el momento en el que la tripulación finalmente confía en Data. Por mucho que sus amigos lo estimen, la verdad es que siempre han tratado a Data como a algo menos que una persona. Él quería experimentar lo que era ser humano y los demás no paraban de tratarlo como a un mueble.

En el final de Picard 3, nuestro amigo Pinocho saca el leño y grita: «¡¿Quieren confiar en mí?!»


Es muy curioso que el trasfondo más importante del clímax exprese todo lo contrario a la forma de contarlo. Jack dice: «Esto se escribió antes de que yo naciera. Aquí todo es perfecto.» O sea, es un mensaje que te advierte de que si te refugias en el pasado no habrá futuro para nadie. Sin embargo, este mensaje de prevención contra la nostalgia está plagado de huevos de pascua. Es como si se hubieran rendido a los trekkies que no evolucionaron como personas con el paso de los años.

Otro mensaje importante es que los borg siempre han simbolizado los estados autoritarios, las dictaduras y el fascismo en general. Mucha gente cree que en Alemania los nazis comenzaron proponiendo todas las barbaries que hicieron después, y que los alemanes votaron que sí porque eran del siglo pasado. O sea, que ya hemos superado todo eso y nunca volvería a pasar. Pero el fascismo no convence a las clases acomodadas anunciando odio, sino proponiendo un retorno a los valores tradicionales, a aquel pasado donde todo era más sencillo, a un mundo donde podías insultar a las minorías y nadie te llamaba lo que eras... Jack vivió toda su juventud anhelando tener vínculos para sentirse parte de algo más grande, y los borg le ofrecieron dirigir un cubo. Ser otro cabeza cuadrada. Es un mensaje muy potente y bastante necesario en estos tiempos.

Sin embargo, esta representación de la amenaza encubierta del totalitarismo, que ahora emplea otros métodos para asimilar a nuestras nuevas generaciones, usa los mismos trucos del fascismo: nostalgia y no aceptación del mundo real. A mí me gusta ver alguna referencia de vez en cuando, pero la cuadrilla de Alex Kurtzman parece confundir nostalgia con intertextualidad. Ya desde Discovery están tratando de imitar el modus operandi del universo cinematográfico de Marvel. ¡Hasta nos han puesto una escena poscréditos!


La resolución del conflicto de Jack y su padre tiene paralelismos con la visualización mental de Data y Lore. Picard entra dentro del colectivo para rescatar a Jack, que prefiere ser un monstruo a sentirse solo. Pero Picard le hace entender que su verdadero colectivo está con su familia. Y entonces se insertan planos de episodios anteriores. Parecen unos flashbacks completamente innecesarios. Pero la semana pasada, durante la sesión betazoide con Troi, vimos cómo la mente de Jack se llenaba de destellos de su pasado. Picard está empleando el mismísimo enlace mental del colectivo para comunicarse con su hijo de corazón a corazón. Por primera vez, Jack no está asfixiado por sus propias imágenes mentales, sino que es liberado por la conexión con otra persona que lo quiere, lo acepta, y no le va a pedir a cambio que destruya la Tierra.

Esta solución funciona porque no sólo es una reiteración temática de la unión de Data y Lore. También casa con la unión de la máquina y el creador en Star Trek: The Motion Picture y con la mismísima fusión mental de Spock. Aunque parezca cutre porque parece que te han embuchado unos flashbacks porque sí, si lo piensas es un final brillante.


Además de Data y Jack, la doctora Crusher también ve su arco completado. Beverly siempre fue la sanadora, y ahora demuestra que la salud también pasa por destruir lo corrupto. ¡Destruirlo con fuego!

El dilema de pulsar el botón que podría acabar con su familia supone una decisión muy dura, pero finalmente comprende que toda la Federación también es su familia. La idea que permite un final feliz a las familias de todos y a la suya misma es una vuelta de tuerca a la frase que al inicio de la temporada supuso la separación de Jean-Luc y Jack.


El arco de Siete de Nueve también es satisfactorio. Ella siente que no está a la altura de la silla de mando, pero al final acepta su responsabilidad. Me recordó al capitán Pike en el piloto original y al capitán Kirk en Balance of Terror.

Hablando de Kirk, la escena poscréditos me gustó porque el retorno de Q es mucho más coherente que lo que yo me imaginaba. En el episodio 6, nuestros chicos entraron en la base Daystrom y vieron el dispositivo Génesis II junto con el cadáver de Kirk. Y yo me pasé el último mes con miedo de que fueran a traer de nuevo a William Shatner.

Fíjate que la mitad de los episodios daban alguna pista de que Picard iba a prender un mundo en llamas por su hijo. Pero al final ¿qué quema? ¿Júpiter? Júpiter ya estaba en candela antes.

Llegué a pensar que los malos iban a matar a Jack —igual que al hijo de Kirk— y entonces Picard usaría el Génesis II, prendiendo un mundo en llamas, y de paso volvería William Shatner. Me alegra que sólo volviera John DeLancie.


El tema del rebautizo de la USS Titán también da mucho que hablar.

Resulta que ha pasado un año para que a Jack le dé tiempo a entrar a la flota y para que no tengan que escribir escenas trágicas del trauma de las muertes en batalla. Jean-Luc —y la familia que querían los fans— llega al nuevo destino de su hijo: la Titán. ¡Pero ya no se llama la Titán! Y yo pensé: «¡Ah, qué detalle tan bonito! ¡Ya verás, la habrán rebautizado como la Picard! ¡Es el nombre perfecto, porque la serie se llama así!» Pero no. Le pusieron Enterprise. La USS Titán ahora es la Enterprise G porque Terry Matalas quería darle al hijo de Picard un puesto como consejero en el mismísimo puente y si la hubiera llamado Picard habría sonado a nepotismo.

A ver, Terry Matalas. Con esta forma de pensar, el error es inevitable.

Si metes a Jack de consultor como si fuera otra vez Michael Burnham, tienes que descartar el nombre perfecto. Pero la segunda opción —Enterprise— también da problemas, porque apenas unos meses antes inauguraron la Enterprise F. ¿Qué ha pasado con la F? ¿Se ha quedado como una nave maldita? Me imagino a los cadetes: «En esta silla murió la almirante Shelby en el vuelo inaugural. ¡Desde entonces nadie se quiere sentar en ella!»

Podrías rebautizar la Titán como Picard. ¿O es que te da pena que su hijo, el niño bonito —el heredero de la franquicia—, trabaje de alférez limpiando los biofiltros de la holocubierta? ¡Por supuesto, mucho mejor que esté todo el día en el puente! ¡Mirando a la chica que le gusta, y aconsejando a una capitana que también trabaja con la chica que le gusta! En la serie original por lo menos disimulaban.

La única forma de no cometer ningún error en esta parte es conservando el nombre de la Titán. Respetando el legado de su historia. Permitiendo que el primer mando del capitán Riker no fuera en retrospectiva otra Enterprise. Es curioso pensar que, en un principio, Terry Matalas estuvo considerando llamar a esta temporada Star Trek: Legacy; porque no sabe el auténtico significado de la palabra legado.


La calidad de esta temporada —de esta serie en general— es irregular; pero si eres trekkie, es una experiencia imprescindible. No pienses en la temporada 3 como en la mejor parte de la peor serie; piensa en ella como en una película de diez horas.

Como ya dije, su final no debería funcionar porque contraviene todas las convenciones de una narrativa redonda. ¡Pero funciona! Se siente bien. Después del disgusto de los que fuimos al cine a ver Némesis, la temporada 3 de Picard nos ofrece un final satisfactorio a las aventuras de un capitán muy querido en nuestras vidas.


Jean-Luc se merece una familia. Y lo más hermoso de todo: se merece jugar.

Hace 30 años, en la última secuencia de La nueva generación, Picard entraba a una timba de póker ya empezada. Tenía que preguntar si había algún sitio para él.

En cambio, en su última secuencia de La última generación, es él quien inicia la partida con un mero gesto. El gesto juguetón de un corazón travieso que se ha dado permiso a sí mismo para ganar.



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