Champions VS Campeones

Comparativa entre "Campeones" (Javier Fesser, 2018) y su remake de EEUU, "Champions" (Bobby Farrelly, 2023).

Fe de erratas: en "Campeones", el protagonista se llama Marco, no Marcos.


 

Hola, esto es una comparativa entre Campeones y Champions.

Champions rehace la película de Javier Fesser Campeones. Me ha gustado más el remake, lo siento. No tiene mérito que me guste más la versión nueva de una película porque la primera versión ya había hecho todos los esfuerzos para explorar sitios donde nadie había podido llegar. Es normal que de vez en cuando metieran la pata; pero también un remake tiene menos mérito. Dicho esto, esta es la comparativa extensa.


Champions: el director es Bobby Farrelly, el de los hermanos Farrelly (Dos tontos muy tontos, Algo pasa con Mary). Es un director de lo más eficiente, hasta cierto punto parecido a Javier Fesser: a lo mejor su sentido del humor no siempre lo pillas, pero sin duda sabe en todo momento a dónde va y lo que quiere hacer.

Mark Rizzo, el guionista principal de este remake, ha trabajado en Huevos verdes con jamón, Gravity Falls... Sabe bastante de simbología.

La fotografía es hermosísima, un poco más ambiciosa que la de Campeones. ¡Están utilizando constantemente paisajes nevados!

En cuanto a la música, en Campeones le dieron el trabajo a alguien que tenía bastante eficacia, pero en mi opinión le mandaron hacer una música que quedaba mal. Creo que la música de Campeones era demasiado paternalista. Siempre música de trombón, en plan... Esa música que yo llamo música ratonera, música de torpes. De cuando alguien se tropieza y se mancha la cara con pastel: «¡Ay, qué torpe!» En cambio, aquí se gastaron cientos de miles de dólares en canciones originales, orquestas clásicas, canciones de pop de hace 20 años...

También algunos chistes son de hace 20 años, pero prefiero chistes anticuados a vistos y revistos del teatro satírico tradicional, tipo Juan José Millás: «¡Ay, el adulterio aquí, el adulterio allá!»

En cuestión de los actores, me gusta más Woody Harrelson porque al principio tiene menos escenas desagradables. Además, la pareja no es una pareja suya de largo recorrido que quiera un compromiso, sino que es todo lo contrario: un ligue de una noche.


El inicio se me hace mucho más amable, debe ser por el ritmo. Puede parecer que Champions tiene un ritmo muchísimo mejor, pero es una ilusión porque han puesto todo el drama en medio, cuando ya no te puedes ir porque le has tomado cariño a los personajes. En cambio, Campeones puso todo lo denso al principio, y de ese modo después no te molestaba, ya era más digerible.

Opino que Campeones, la española, tiene mejor ritmo en general, pero es porque yo prefiero esto de que me pongan lo más denso al principio, cuando estoy lleno de energía, y de ese modo cuando estoy más cansado no me molesta el drama innecesario.


Una de las cosas que más me gusta de Champions es que los jugadores llaman al personaje de Woody Harrelson «entrenador». He estado viendo Cheers y en las primeras tres temporadas hay un personaje que se llama Entrenador. El Entrenador es un hombre mayor bastante amoroso pero también torpe, lo toma todo literal. Cuando el actor del entrenador se murió, Woody Harrelson se unió al reparto y entonces se puso a hacer de Woody, un joven bastante amoroso pero también torpe, se toma todo literal. Así que cuando escuché que los jugadores llamaban a Woody Harrelson «entrenador», sentí que el actor estaba cerrando un ciclo de 40 años iniciado en Cheers.


Otra ventaja de que hayan cambiado lo de la novia —que ya no es una novia, que ahora es un ligue— es que el amigo ya no es competencia sórdida; ahora es como si fuera su propio reflejo atrasado, para darle una referencia de cuánto ha avanzado. El amigo puede ayudarle a aprender a ceder, que de ahí venía el gran error del protagonista.


Para mí la escena más delicada de ambas películas es la del ratoncito en la ducha. En Campeones, las intenciones de Marco eran interesadas. No quería ayudar al jugador oloroso por ayudarlo, sino más bien para que su olor deje de ofenderle. Entonces se inventaba la excusa del ratoncito en la ducha, que se podía ahogar.

Lo que diferencia la luz de gas de Marco en Campeones con la de Marcus en Champions es que, en el remake, el joven Johnny acepta por su propia voluntad lavarse. Le proponen una narrativa: «Si no estás limpio, el ratón no se querrá acercar a ti.» Entonces por esa causa mayor él se atreve, y entonces se da cuenta de que no era tan difícil, porque él mismo lo decidió.


Otra escena que es más agradable: la del autobús. O sea, la escena del vómito.

En Campeones, el vómito tenía textura. Aunque era poco, era demasiado realista; podías incluso adivinar qué es lo que había comido.

En Champions, en cambio, es un vómito de comedia. Es un chorro completamente líquido de color homogéneo; casi parece de fantasía, de un anuncio de tampones cuando echan el chorro azul.

Además, en Campeones, los jugadores eran molestos porque eran todos molestos. En cambio, en Champions son molestos porque el protagonista no los sabe tratar.


Y ahí entra en juego la joven Cosentino. ¡Señorita Cosentino para usted!

Sirve para que el protagonista aprenda los límites. Cada vez que él no hace de coach, ella se salta a otro deporte: se pone a hacer surf, a esquiar por los pasillos, ¡y no le digas nada, porque es defensa! Es como el anticuerpo del equipo. Cada vez que el entrenador no está haciendo su función, llega la Collantes y se pone: «¡Pero bueno, ¿es que voy a tener que ponerme dura?!»

Esta actitud antagonista de Cosentino viene por el vacío de poder del protagonista y por la ausencia del mejor jugador: Darius.


Darius viene a ser el mismo personaje que en Campeones, pero además sirve como vínculo con Peretti, el antiguo entrenador del entrenador.

Darius menciona que su madre es cristiana y no sé qué tiene que ver, pero no es molesto. No llega a verse como propaganda de una religión en concreto, porque de hecho el guion es bastante ecléctico, también habla del Fénix: Marcus dice que lo van a contratar en la ciudad de Phoenix, Woody Harrelson canta al final una canción original que se llama Phoenix... Puede que esto sea la adaptación de Mark Rizzo al motivo del pajarito que se colaba en el gimnasio de Javier Fesser. Puesto que en el remake desaparece el contexto de que ese pájaro podía ser algo divino —que los espectadores que vimos Camino sí podíamos captar—, se ha utilizado una simbología menos concreta, más universal.

La película no da una impresión a primera vista de que sea espiritual. Pero hay un momento donde dice el protagonista: «Es... muy importante.» Y mira al cielo. No sé, a lo mejor pasaba un avión. No lo sé.


Uno de los jugadores es un segundo protagonista. Es Johnny, el hermano de la chica que al principio se había encamado con Marcus.

Johnny vive en una casa que se parece a un castillo; incluso tiene un puente. Esto da a entender que se siente preso en su propia casa materna. Es una metáfora un poco obvia, pero me gusta que se hayan molestado en poner un puentecillo.

Y me gusta mucho que esta chica no sea la madre de Johnny, sino su hermana. Porque si fuera su madre, Marcus sería algo así como su padre al final de la película, y caería de nuevo en el mismo error que cometía Campeones de comparar a los discapacitados con niños.


Hay un par de escenas que no aparecen en la película original. Son las de cuando se estropea el gimnasio y tienen que ir a jugar a una cancha con jugadores sin discapacidad... Eso fue una maravilla, porque de ese modo Darius tenía una excusa para volver; y al mismo tiempo tenías más escenas de juego. Esto en el cine es importante; enseñar cómo la gente se mueve. Y la otra escena completamente nueva —que yo recuerde— es cuando Marcus se pone a hablar de la visualización.


Pero una de las mayores diferencias entre el remake y la original es que en Champions el speech motivacional explica por qué todos son campeones. Te da razones por las cuales cada uno de ellos es un campeón. No es como en la original, que como no te llegan en ningún momento a explicarlo, acaba siendo como un eufemismo.

Por lo menos en España sucede que la palabra «campeón» se utiliza mucho como un eufemismo de persona con discapacidad. Es un término bastante paternalista, infantilizador; la típica palabra que utiliza una persona que no te conozca de nada, solamente porque te ve raro. Aquí, en cambio, decide concretar el significado, y por tanto convertirlos de verdad en campeones.

Incluso hay una especie de ritual raro que parece salido del cine mudo, cuando Johnny dice: «No, espera, yo todavía no soy campeón.» Sube las escaleras de las gradas —plan, plan, plan, plan—, arriba está la hermana, la hermana le dice algo al oído —es muy onda Twin Peaks—y ya baja: chin chin chin... «¡Ya estoy preparado!» Es el caballero que necesitaba la bendición.


Se me ocurre que este remake a lo mejor nació exclusivamente por la escena del dedo dislocado. Puedo imaginarme a alguien como Bobby Farrelly viendo el tráiler de Campeones y riéndose un montón con la escena del dedo, y diciendo: «¡Yo quiero hacer eso también!»


Además de todo esto, es que en la original había un personaje autista pero yo no me terminaba de sentir tan identificado con él —aunque yo soy autista— porque era un personaje poco hablante.

En cambio, aquí han puesto a un personaje autista que no para de hablar, está todo el día diciendo datos científicos de gran interés; entonces me siento como en casa.

Y Bobby Farrelly le mete un tono grosero, pero grosero natural. No es ofensivo porque sí, como sí era el Marco de Javier Gutiérrez.


Marcus, como el fénix, logra renacer hacia arriba y hacia abajo también. Retoma su amistad con su entrenador y también a su vez es el entrenador de su amigo. Cubre los dos ejes de su personalidad.

En fin, que es una película —para mí— mucho más redonda. Por lo menos, ha arreglado la escena del ratoncito de la ducha, que para mí era el gran lastre de Campeones.



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