Star Trek: Picard (Temporada 3): Reseña sin spoilers

 Reseña sin spoilers de la temporada 3 de "Star Trek: Picard", que supone el final de la serie y de toda la era TNG. No incluye spoilers de Picard, pero sí algún detalle del final de "Star Trek: The Next Generation".


La serie Star Trek: Picard acaba de finalizar con su 3ª temporada.

Las temporadas 1 y 2 de Picard no me gustaron. Pero si eres trekkie, te tengo que recomendar la temporada 3. Es una gran mejora.


En mi opinión, sus mayores virtudes están en la variedad de tramas. No abusan tanto del «continuará». Y al igual que el año pasado, cada director dirige dos episodios consecutivos. No se siente como un mosaico de diez piezas que no siempre encajan; sino como cinco partes bien organizadas.

A lo largo de mis reseñas semanales, he sido bastante crítico con ciertos elementos. Pero con la temporada ya acabada, pude darme cuenta de un matiz importante. Algunos de los elementos que más me desagradaron ya se impusieron hace 20 años en los largometrajes del capitán Picard. Son viejos errores que se añadieron a la narrativa de La Nueva Generación y estropearon todo lo que vino después. Para mí, el Picard que nos presentaron en las películas ya no es el mismo que conocimos en The Next Generation. O sea, que en la nueva serie me creo todas las escenas con Geordi, Riker, etc, pero ver la cara de Patrick Stewart me anula la nostalgia. Cuando hablan del Proyecto Proteus, más bien pienso en los X-Men.


Toda la temporada 3 está repleta de referencias a All Good Things..., el episodio doble con que finalizó The Next Generation. Es como si el showrunner —Terry Matalas— hubiera añadido más acción y drama a All Good Things..., pero sin entender el mensaje esencial de aquel final, su cariz filosófico.

El final de La Nueva Generación mostraba a un Picard anciano que recordaba un experimento en el pasado y trataba de reproducir las mismas condiciones. Pero esa imitación del pasado creaba un problema en retroactivo. Terry Matalas ha actuado igual que aquel Picard anciano. Haciendo un festival de la nostalgia, Matalas ha encarnado en sí mismo una metacrítica contra el legado mal entendido.

Es una lástima ver este fallo tan grave en el mismísimo corazón de la estructura narrativa, porque la mayor parte de los otros riesgos que tomaron les salieron bien. Como la idea tras el personaje de Brent Spiner.


El androide Data era un personaje inmortal. Cuando le empezamos a ver arrugas en Primer contacto, lo justificamos diciendo: «Bueno, se ve un poco estropeado porque la cabeza de Data se quedó 500 años enterrada en el episodio de La flecha del tiempo.» Pero no podíamos seguir mirando a otro lado 30 años después. Y tampoco podían seguir dando a Brent Spiner más doctores Soong. La justificación que nos dieron para su regreso este año ha sido de lo más ingeniosa. Carl Jung se pondría a aplaudir.


Ahora lo malo.

Lo peor de la temporada es el efecto Michael Burnham: siempre hay un personaje que se supone que tú tienes que admirar que no para de robarle su autoridad a otros.

En el primer largometraje de la franquicia —Star Trek: The Motion Picture— el almirante Kirk le arrebataba el mando a un capitán más joven porque el público quería ver "Star Trek: La Película", y para ello necesitábamos ver cómo la tripulación original reconquistaba su puesto. Aquella historia lo requería. En el caso de Star Trek: Picard, el almirante siempre tiene la última palabra porque Patrick Stewart es productor ejecutivo.

Lo que me lleva a la conexión con William Shatner.


Hace unas décadas, Shatner escribió unas novelas donde el capitán Kirk resucitaba gracias a tecnología cibernética y salvaba el universo. ¿Te suena? RoboKirk y RoboPicard cuentan lo mismo: fantasías de poder de viejas glorias que sienten que ya no tienen tanta influencia en su entorno.

Tanto en Star Trek V —la película dirigida por William Shatner— como en Picard —la serie producida por Patrick Stewart—, Kirk y Picard son los personajes más dignos porque todos los demás son mostrados como unos ridículos o unos desequilibrados. Si venden a todos los personajes del presente como locos o necios que se han desviado del buen camino y al protagonista como representante de un mundo que ya desapareció, básicamente vendes el pasado como la salvación. Vendiéndote la tradición y no el misterio de lo desconocido, están acostumbrándote a los mismos mensajes del totalitarismo.

Por eso el Star Trek de los últimos años se siente tan raro. Porque debajo de los efectos espectaculares y de la diversidad superficial te están vendiendo una perspectiva sin humanidad. Excepto en Prodigy. ¡Prodigy es una maravilla! Ahora mismo ponte el pijama, prepárate un sandwich y ponte a verla.


Con todos sus fallos, igualmente yo recomiendo Picard 3. Sáltate la primera y segunda temporada, y ve la tercera no como un parche de última hora en una serie mala, sino como la mejor película de este reparto. Es la despedida cinematográfica definitiva de La nueva generación.



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