Lilo, mi amigo el cocodrilo (2022): Reseña sin spoilers

Reseña sin spoilers de "Lilo, mi amigo el cocodrilo" (Josh Gordon y Will Speck, 2022). 


TEXTO ORIGINAL

Al igual que a mucha gente de mi entorno, no me interesaba el estreno de 2022 Lilo, mi amigo el cocodrilo. El título me parecía tan infantil que pensé que no tendría nada que ofrecerme. Pero se me ofreció la oportunidad de verla y le encontré un montón de puntos positivos. Así que aquí va una reseña bastante analítica de Lyle, Lyle, Crocodile.


En cabeza del cartel está Javier Bardem, que por fin se desencasilla. Llevaba años interpretando a personajes amenazantes en Collateral, Skyfall, No es país para viejos... Aquí conserva ese fuego latente combinado con una inocencia triste. Es refrescante ver todo ese poderío escénico canalizado en algo conmovedor.


Como director de fotografía está un Javier Aguirresarobe bastante sobrio. Incluso diría que tiene los colores apagados. Es un cuento de un cocodrilo cantarín, yo le habría puesto más color. Pero supongo que se debe a que la historia ocurre en Manhattan. En el cine, Nueva York siempre está desaturada. Demos gracias que no ambientaron esto en México, o el objetivo de la cámara tendría un plástico amarillo pegado.


A la hora de hablar de Lilo, mi amigo el cocodrilo, es imposible no acordarse de un cortometraje de Looney Tunes llamado One Froggy Evening [Chuck Jones, 1955], que trata de una rana que canta canciones. Es un clásico, si no lo conoces no sabes lo que te estás perdiendo. Y lo voy a comentar entero para hacer un par de comparaciones, así que vete a ver el corto primero.


El personaje de Javier Bardem —Héctor— empieza siendo un desafortunado sin familia. Como se suele decir, tiene pájaros en la cabeza. Literalmente, nos lo presentan con pájaros saliéndole de la ropa. Hasta que conoce a un cocodrilito cantarín. Héctor le propone trabajar juntos de cara al público; se nota que Héctor vio Ratatouille pero no la entendió. Se ponen a cantar a lo largo de una secuencia montage de camino al estrellato y deberías sentir mucha ternura. Pero por mucho que a Javier Aguirresarobe le hayan pedido que rebaje los colores, la sombra más larga es la de One Froggy Evening. Los primeros diez minutos de la película recuerdan mucho a este corto. Yo pensaba: «Vale que Lilo es un personaje literario, pero ¿esta gente no ha visto los Looney Tunes? ¡Ya verás como luego no canta!» Y efectivamente, el bichito se queda callado. Te da una sensación de fatalidad porque lo ves venir y lo sientes por el pobre Héctor. Pero no porque Javier Bardem o el equipo técnico hagan un mal trabajo —todos están maravillosos—, sino porque esta premisa ya la has visto.


Aquí es donde entra la gran diferencia con One Froggy Evening; el punto de inflexión donde acaban las comparaciones odiosas. En el corto de Chuck Jones de 1955, el hombre se encuentra a un animalito verde cantarín dentro del pilar principal de un edificio demolido. Intenta lucrarse a su costa y cada vez que quiere enseñar los talentos del bichito su vida empeora. Es una comedia muy cruel. Finalmente, abandona sin amor al ser mágico en el pilar de otro edificio que están por construir.

La historia de Lilo es lo contrario en todo. Un hombre que quiere atrapar pájaros para soltarlos solamente cuando a él le conviene libera de otra jaula a otro animalito verde cantarín. Viven y ensayan juntos como una familia. Cuando llega el gran estreno, el ser mágico tampoco canta, pero no es para que te rías del egoísta, sino para apelar a tu corazón. El hombre no abandona a la mascota en los cimientos de un bloque de oficinas nuevo, sino en el ático de una casa antigua, al que promete volver. La historia no es un círculo vicioso de miseria, sino una promesa de felicidad que necesita reposo hasta que llegue el verdadero protagonista.


Hay una elipsis de un año y medio y la casa tiene dueños nuevos. Presentan a la familia del joven Josh.

Ego Nwodim vuelve una vez más a debutar en el cine en el papel de la señora que da los pies en el diálogo de exposición. Si no fuera por ella, no sabrías que Josh quiere tener una mascota pero tiene alergia al pelo.


La familia nueva tiene dos vecinos en el edificio.

En el ático vive Lilo, que se metió dentro de una caja de cristal para fingir no estar vivo. Es un símbolo de rigidez y la ansiedad con la que vive el niño.

Y en el subsuelo vive un vecino gruñón. Ilustra cómo podría ser Josh si no consigue amigos: un amargado que vive a solas con una gata de concurso y coloca cámaras. ¿Creías que Tom Hanks era el peor vecino del mundo? Este es peor. Es el paranoico de Stranger Things.


Josh es el típico personaje codificado como autista. Depende hasta tal punto de estrategias para tomar el transporte público que cuando llega al colegio no se da cuenta cuando interfiere con una actividad de sus colegas. Busca por internet cómo hacer amigos y le salen historias sociales diseñadas para neurodivergentes. Josh sigue los pasos de esa historia social y sólo le sale bien porque su interlocutora es comprensiva.

Además, su padre le dice que se meta al club de lucha libre, lo que es una manera sutil de ilustrar dinámicas de abuso. Las exigencias de un padre que proyecta sus glorias pasadas condenan a un hijo a que sus semejantes lo dejen siempre en una posición de derrota. El padre es buena onda, pero en vez de ser un luchador con sus propios alumnos, está pidiendo a su hijo que se meta en peleas por puro orgullo.

Durante años, esta dinámica de que Josh viva con miedo a dar un solo paso porque su padre lo va a empujar dio una misión a la madre. Ella sustentaba la casa con sus recetas sin aceite de palma. Pero como padre e hijo dependían de ella, por fuerza ella dejará de sentirse tan útil cuando la dinámica evolucione.


Todo mejora porque Josh conoce a Lilo, su amigo el cocodrilo. Lilo arregla la vida de Josh y de toda su familia. Es como Mary Poppins pero te ríes más.

No obstante, Lilo también tiene su propio drama. Y es que él y su nueva familia viven en una película musical, pero Héctor no.

Lilo no habla. Lilo canta cuando se emociona; las rimas salen directas del mundo de las ideas y no tiene ni que pensar. Más que cantar, se comunica de corazón a corazón. El único que no canta de corazón sino como medio de conseguir dinero es Héctor, que regresa.

Y hasta aquí voy a contar.


El guion está basado en unos libros infantiles, y por tanto, los temas de esta película son relevantes para los niños. Otra producción habría tratado de purgar el guion de cualquier cosa con personalidad para prevenir quejas de padres. ¡No esta peli! Lilo, mi amigo el cocodrilo no tiene miedo a mostrarte a un cocodrilo jugando con un niño en un contenedor de basura, porque no se basa en una secuencia de eventos arbitrarios. La comida que cae en el contenedor no es presentada como basura, sino como el maná que cae del cielo. Lilo está enseñando a Josh a apreciar y a agradecer la abundancia.


Tengo una impresión muy positiva de esta película. Pero tengo que decir que a mí me gustó porque la vi doblada. En el doblaje castellano, Miguel Antelo canta muy bonito, pero en el par de escenas donde llegas a oír la voz original de Shawn Mendes, me ponía de los nervios. El estilo de canto de Shawn Mendes me parece insoportable. Por ejemplo, la canción de La Tarara —«La Tarara, sí; / La Tarara, no; / La Tarara, niña / Que la he visto yo»—, Shawn Mendes la cantaría así: «¡La Tarara, síh; La Tarara, noh; La Taraaahra, niñah, que la he visto yohohoho!». No es por su timbre, es por su absurda creencia de que inventarse las notas y gemir es cantar mejor.

Si yo hubiera visto esta película en inglés, te habría dicho que es una cosa cursi que anima a los niños a comer de la basura.

Pero no es el caso, la vi doblada y me pareció un cuento muy lindo. Por eso sólo hay una escena que no me gusta tanto. Es cuando la gata del vecino gruñón ha comido con Lilo, se mete al arenero y oímos cómo expulsa todo. Es un sonido desagradable. ¡Pero en fin, peor sería Shawn Mendes!


Como digo, Lilo, mi amigo el cocodrilo habla de temas que los niños necesitan oír en unos códigos que las generaciones actuales pueden entender. Como está tan a la moda, dentro de unos años se quedará anticuada, así que disfrútala mientras sea modernuki en el doblaje que te suene bien.



 

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