Retrospectiva: Festival de Cine y Derechos Humanos de Madrid 2020

 


 TEXTO DEL GUION


En este año 2020 de quedarse en casa, muchas iniciativas culturales y sociales han tratado de facilitar el acceso a sus actividades a través de internet. Por ejemplo, la iniciativa Flores en la Sombra, de la Filmoteca Española, donde se exhiben incluso prácticas de la Escuela Oficial de Cinematografía. O el ayuntamiento del pueblo de tu primo pequeño, que ahora graba la obra de teatro de tu primo, el chico, para que la veas sin que tengas que ir.

Algunas iniciativas ponen trabas en plan pedirte confirmación como si estuvieras comprando una entrada. Es decir, preparan una actividad gratuita, de calidad, en streaming digital, ¡pero con aforo, ¿eh?! ¡Que no me entere yo que más de 300 personas se vuelven más cultas!

No es el caso de la iniciativa que hoy nos ocupa: el Festival de Cine y Derechos Humanos de Madrid 2020. El Festival de Cine y Derechos Humanos de Madrid 2020 ha sido un evento en línea, abierto del todo, con aforo infinito y una interfaz muy maja.

Lo que pasa es que llegué tarde. Me enteré de la fiesta cuando iban a cerrar. Entonces tuve que hacer criba y ver solamente lo que me llamase más la atención. Mi reseña va a ser bastante parca, apenas hablaré de 4 piezas de la cincuentena que había.


Mi primera elección fue el cortometraje Casa, de Alberto Evangelio. No voy a destripar nada de lo que pasa. Sólo voy a decir que no es para ver con niños.

La idea detrás de la historia me pareció lo nunca visto. Son 8 minutos de un misterio que te atrapa y no te suelta. Cuando llegas al minuto 7, te queda un mensaje muy potente. Quizá sería un corto más eficaz si no fuera porque... ¡literalmente, el misterio no te suelta! Aunque ya hayas entendido el mensaje, durante los créditos siguen y siguen requemando la tostada. Este es un error que los escritores cometemos mucho cuando escribimos para convocatorias de mensajes muy concretos.

Bastaba con terminar con un artículo de fondo.


A continuación, hablaré de Drifting. De todas las piezas que vi, tiene la mejor factura técnica. Es uno de esos cortos que funciona en cualquier tipo de festival porque sabe cómo capturar el ojo. No estoy seguro de haber entendido qué pasa al final, pero me alegro de haberlo visto. Creo que lo más importante no es el argumento, sino las emociones que transmite. Es como vivir un sueño ambiguo, que no sabes si quieres abandonar o presenciar hasta el final. Es un sentimiento de: «Si esto fuera real no debería estar viéndolo.»

Creo que lo importante no es tanto su argumento, sino cuánto inspira al debate.

¡Y su fotografía! Dependiendo del momento, combina una textura de vídeo casi documental con una textura de fotografía analógica. La proporción de aspecto también es parte del lenguaje según la secuencia. No sé si lo que entendí del final me lo inventé, pero este corto es una experiencia en sí misma.

Drifting no quedaría nada mal en el televisor de una exposición. Pero la pieza perfecta para reproducir en una exposición es el largometraje I Wanted To Live.


I Wanted To Live es una lista de personas fallecidas desde 1993 mientras intentaban pasar las fronteras de Europa. La verdad, no creo que nadie sea capaz de leer de verdad la lista completa; ni con toda la compasión del mundo. Hay que tomar esta película como lo que es: un símbolo.

Siempre hemos oído esas frases del estilo de: «si reuniesen todas las víctimas en una lista como la de los créditos de una película, durarían casi una hora y media». Pero en el fondo, nunca llegas a poder asimilar esa escala hasta que ves el ejemplo materializado. Por eso existe I Wanted To Live.

Dediques el tiempo que le dediques a este largometraje, es un acto simbólico. No necesitas quedarte a leer todos los nombres para valorar las implicaciones de la película. Cualquiera comprende que no es una tarea que un corazón humano pueda aguantar con cordura.


Por último, vi un documental de 59 minutos titulado Compramos tu barrio. Te muestra cómo ha sido la vida cotidiana de un barrio del casco viejo de Madrid con mucho tejido social, y cómo las multinacionales lo parecen querer convertir en otra fotocopia sin humanidad.

Con todos los documentales que ofrecía el festival, me atrajo este porque Compramos tu barrio trata de Lavapiés, el barrio de Madrid al que guardo más cariño. Lo que me lleva a mi reflexión final. ¿Por qué le di prioridad al documental de Lavapiés?

Porque lo siento cercano.

Las personas de otras culturas no son menos importantes que las de Lavapiés; pero yo soy un hombre sencillo: veo el Cine Doré y le doy click.

Cuanto menos sabes de algo, menos urgencia sientes de informarte más sobre ello. No tienes unos cimientos donde posar todos esos ladrillos nuevos. Por eso los documentales sobre culturas ajenas suelen tener menos público. No es que no nos importe la difícil situación en la que vive el primo de nuestro frutero; es que todavía no sabemos que son familia.


El Festival de Cine y Derechos Humanos de Madrid te espera el año que viene; pero ya no cuenta con ayudas, así que hazles una visita.

 

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