Campeones (2018) / Yo, también (2009)

Tres vídeos contrastando dos de las películas españolas más prominentes sobre el tema de la discapacidad. Incluímos los textos íntegros originales.


 

CAMPEONES


Cuando vi los primeros cortometrajes de Javier Fesser en su primera emisión televisiva, [Aquel ritmillo / El secdleto de la tlompeta] Fesser se convirtió durante años en mi cineasta español favorito. Por definición, una película de Fesser no te dejará indiferente. La primera vez que vi «Campeones», de 2018, me pareció fantástica. Había una o dos cosas que no me convencían, pero el conjunto general era de notable.

Hace poco, recordé que en una biblioteca pública tenían el libro del guion cinematográfico. El libro es un tesoro. Además del guion, tiene testimonios y fotos del rodaje. Así pues, saqué el libro en préstamo y revisioné la peli comparando con el guion.

Sigue tan entretenida como siempre. Es una de esas historias que puedes ver dos veces en una misma semana. Sin embargo, esta vez la vi con ojo crítico.

Y aquí viene mi reseña de «Campeones», de Javier Fesser.


El protagonista, Marco, es uno de esos personajes que tiene que superar una serie de pruebas para ser mejor persona. Su arco de crecimiento es tan acusado que en sus primeras escenas es un indeseable. ¡Se hace odioso! Empieza tan antipático que, aunque yo sé que al final aprende valiosas lecciones vitales y ya es muy bueno y muy simpático, a día de hoy la cara del actor me sigue cayendo mal.


TV: ¡No te pierdas «La habitación del niño», de Álex de la Iglesia!

MORADO: ¡Ah, esa no la llegué a ver! Y lleva como 15 años estrenada.

TV: Con Leonor Watling, Sancho Gracia, Asunción Balaguer...

MORADO: ¡Qué repartazo! ¡No me la pierdo!

TV: Y Javier Gutiérrez.

MORADO: Bueno, ya la veré en 2035.


El guion reubicó varias escenas de Sonia, la mujer de Marco, para que salieran más adelante o directamente prescindieron de ellas. La película gana en ritmo narrativo, uno de sus fuertes indiscutibles.

Además, así nos ahorramos una de las escenas más sórdidas del personaje llamado Iván Bajero. Iván Bajero es un supuesto amigo de Marco que sirve para hacer sentir al espectador tan inseguro como el protagonista. No llega a ser el antagonista de Marco, porque el peor enemigo de Marco es él mismo, pero sí incomoda. Bajero desea a Sonia. En ningún momento tiene la menor posibilidad de seducirla, pero las inseguridades del protagonista te hacen sentir que quizá sí. Esto hace que cuando aparece el Bajero, el tono de la película pueda volverse violento.

Dicho de otro modo, el Bajero cuadra más en un drama realista sobre los celos que en una comedia de baloncesto. Pero al grano: lo que importa es que Marco es un tipo repulsivo.


TV: ¡No te pierdas «Águila Roja: la película»!

MORADO: Bah, nunca vi la serie.

TV: ¡Filmada en San Martín de Valdeiglesias!

MORADO: ¡Tiene que estar bien!

TV: Con Javier Gutiérrez.

MORADO: Bah, nunca vi la serie.


Es tan odioso que es condenado a enseñar baloncesto a unos jóvenes con distintas discapacidades intelectuales. No creo que estos jóvenes tengan la culpa ni tengan por qué cargar con él, pero bueno, es una peli para divertirse.

La mayoría de los chistes son muy tiernos porque no se ríen de nadie. De hecho, el único que queda en ridículo es Marco. ¡Presta atención! Verás cómo todos los errores que comete el equipo se deben a que Marco no sabe dar las indicaciones adecuadas o no quiere aceptar el nivel de juego de sus jugadores.


Hay otro detalle que me produce mucha ternura, pero es posible que sea una coincidencia. El equipo de los protagonistas se llama Los Amigos. En el primer libro de Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes insertó una novelita para rellenar llamada «El curioso impertinente». Empieza con esta frase:

«En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que, por excelencia y antonomasia, de todos los que los conocían los dos amigos eran llamados.»

Siempre me ha hecho mucha gracia este inicio. Cervantes cultivaba mucho este tipo de humor que sólo percibes si deseas leer humor. Y cuando vi que el equipo de la peli se llamaba Los Amigos, me acordé de «El curioso impertinente», y sentí que era como si nos dijeran: «es que somos tan amigos, tan amigos... que nos llamamos Los Amigos».


Pero no todo es humor. Se van intercalando escenas más serias.

¡Escena de los apellidos! / Si bebes, no conduzcas.

¡Escena del pajarito! / Román ha dejado el equipo.


La escena que mejor combina realismo y humor es el montaje paralelo donde ves las vidas cotidianas de cada miembro del equipo. Ves que no tienen nada fácil, pero que no les falta voluntad.


Poco después llega la que considero la escena más problemática.

Hasta aquí, la película es de antología. Y de repente: la escena de la ducha.

Uno de Los Amigos, Juanma, nunca se ducha. Antes de que lo explicasen, yo pensaba que podía deberse a un problema de hipersensibilidad sensorial. A veces, según qué personas, perciben los estímulos sensoriales con mayor intensidad que los demás. Esto convierte un acto aparentemente sencillo como ducharse en una experiencia abrumadora.

También se podría deber a dificultades con las funciones ejecutivas. Imagina que tuvieras que organizar en tu mente cada pequeño paso, que apenas pudieras hacer cosas en automático.

Es como si tuvieras que escribir en un diario cada cosa que haces. Para ducharte, tendrías que escribir todos y cada uno de los pequeños pasos necesarios; y no todos los días te quedarían las cucharadas de energía necesarias. Si no tuvieras ayuda, dejarías de hacer ciertas actividades con tal de no tener que escribirlas al detalle en el diario.

Mientras tanto, la gente sin problemas de funciones ejecutivas sólo tiene que escribir: ducha. El resto es automático.

Pero según explica la película, la aversión de Juanma al agua se debe a un trauma psicológico. De pequeño casi se ahogó.

Por lo que puedo entender, Juanma sufre del síndrome de stress post-traumático. Pero la comprensión de Marco, que se supone que es el responsable de su seguridad en los vestuarios, no llega a tanto. Cuando Marco ve que un ratón se ha metido por un agujero, no se le ocurre otra cosa que aprovecharse del amor de Juanma por los animales para meterlo en la ducha con engaños.

Esto no es gracioso, por mucho que el actor de Juanma sí lo sea. Esto es una forma de abuso.

Se suele creer que, a largo plazo, las terapias basadas en la exposición son eficaces contra la ansiedad. ¡A largo plazo! Cuando los pacientes finalizan de mutuo acuerdo una serie de sesiones dosificadas en el tiempo. Y a ser posible, en combinación con un enfoque de reestructuración cognitiva.

Marco no informa a Juanma de todas las condiciones para que decida por sí mismo. Le arroja a lo malo como si no fuera más que un problema de echarle voluntad. Aunque sea mentira, utiliza la vida del ratoncito como rehén.

¿Y si Juanma hubiese dudado? A veces, los traumas te hacen huir. Entonces Juanma tendría otro trauma más para la lista: el trauma de aquella vez que un ratón murió ahogado por culpa de su cobardía. Y todo porque Marco quiso jugar a profesional de la salud mental donde no era su competencia.

Demos gracias a que es una comedia ligera y Juanma no replica. Porque si Juanma hubiera replicado, Marco le hubiera hecho luz de gas. Doble abuso.


Por mucho que Marco insista, no todos los miedos se curan de golpe. Si los traumas se curasen de un momento para otro, la primera película de Rambo duraría 15 minutos.

RAMBO.- ¡Muchas gracias, agentes! ¡Me ha venido muy bien esta duchita! ¡Ya sólo necesito caminar 30 millas hasta el pueblo de al lado y podré desayunar!


La única razón por la que este método funciona en esta película es porque casi 25 escenas después nos revelan que Marco tenía miedo de los ascensores. Por supuesto, Los Amigos lo encerrarán en un ascensor y sucederán cosas de ciencia-ficción como que Marco perderá su fobia o que Manuel estará encerrado en un espacio estrecho con un montón de gente gritando y no sufrirá un colapso autista.

Pero bueno, les daré el beneficio de la duda. A lo mejor, Manuel no es hipersensible sino hiposensible, y el alboroto le agrada.

Resumiendo: el guion da el mensaje de que todas las personas tenemos limitaciones a costa de aprovecharse de las limitaciones de un personaje en situación de vulnerabilidad. Ignoran por completo el factor privilegio.


En este punto, la película se hubiera ido al garete si no fuera por... ¡Collantes, Collantes!

Collantes es un soplo de aire fresco. Es la alegría de vivir. Es la fe de cruzar una carretera sabiendo que Javier Fesser no hará que los coches la atropellen.

Collantes es la suplente de Román, el jugador que se quedó como observador externo. Román vio que el protagonista no estaba a la altura y se salió del cuento. En cambio, Collantes vio que el equipo necesitaba su ayuda y le dio al grupo el sentimiento de familia.


Lo curioso es que cuando Marco empieza a aprender de sus alumnos, el tiempo pasa más rápido pero él presta más atención a cada momento. Está recuperando su corazón porque está permitiendo que los demás sean lo que siempre habían sido. Él no tenía que convertir a unos novatos en los Harlem Globetrotters. Sólo tenía que volver a amar.

Pero el guion no aguanta mucho rato siendo bueno, y vuelven las ideas de casquero.

Marco y su mujer no sólo cometen un delito fingiendo ser policías, sino que lo hacen para extorsionar a Vicente Gil y pagarse a su costa un viaje de avión a las Islas Canarias con hotel incluido.


TV: ¡No te pierdas «Vergüenza», la serie donde Javier Gutiérrez hace cosas que dan vergüenza ajena!

MORADO: ¡¡¡Que no!!!


En el minibús de camino al último partido, Manuel tiene su escena cumbre. Sonia le pregunta por qué hace con las manos lo que en los ámbitos académicos se suele llamar estereotipias. Manuel responde:

«Haciendo así, el tiempo pasa más rápido. Pero hay que esperar unos años.»

Es una explicación poética de por qué los autistas necesitamos hacer lo que nosotros llamamos stimming. Además, que Manuel se ponga a aletear en el minibús tiene todo el sentido del mundo. El día anterior fue muy intenso. Subió en avión, su ascensor se averió, tuvo que dormir en una cama extraña, se tenía que preparar anímicamente para jugar en la final del campeonato... A menos que tome melatonina, habrá dormido cuatro horas a lo sumo. Sumado eso a una probable dificultad de su sistema interoceptivo para mantener el equilibrio en el vehículo, Manuel tiene que estar pasándolo peor de lo que aparenta. Por eso aletea, para descargar la ansiedad y que pese menos el sufrimiento de cada minuto de trayecto.

Eso, o que se aburre.


Me gusta que Román en el minuto 82 dé a entender que las dificultades de Marco para mantener la nobleza de su corazón contarían también como discapacidad. Me gustaría que así fuera en nuestra sociedad. ¿Con cuánta gente me he encontrado que no veía el mundo con amor, ni con asombro, ni con imaginación, y luego por quedarme mirando una gárgola el discapacitado era yo?


[Sin embargo, como bastantes cosas de esta película, el comentario de Román también puede interpretarse a la inversa: como que todos tenemos limitaciones. A ver, una idea tan ambigua como esa no se puede negar. Todos tenemos limitaciones. No obstante, para destinarse a una producción que se verá por millones de personas, ese mensaje se parece demasiado al discurso de la diversidad funcional. Básicamente, ese eufemismo se empeña en querer convencer a la gente de que no debemos emplear el término discapacitado porque sería una falta de respeto, ya que todas las personas tenemos capacidades diferentes. Es otra forma de confundir los temas importantes con obviedades; de impedir que las personas hablen de sus necesidades.

Pero las personas con discapacidades no sólo tenemos capacidades distintas (que también), sino que además somos discapacitados por la sociedad. Yo no tuve mi diagnóstico de autismo hasta los 30 años, pero desde niño, a veces alguien veía algo distinto en mí y me empezaba a tratar como a un ser inferior. Me han negado oportunidades que sí ofrecían a los demás. No obtuve un grado de discapacidad hasta los 30, pero toda mi vida he sido discapacitado como sujeto (porque lo era) y como objeto (porque los demás así lo decidían por mí).

Así que si alguien te dice que no deberías usar la palabra discapacitado, o bien es un ignorante y no merece que le hagas caso, o bien es alguien que quiere negarte tus derechos.

¡Orgullo disca!]


El final es el típico final de historia deportiva de superación. El mejor que nos podían dar.

Y el último plano de la película mejora con respecto al guion. En vez de manos congeladas y fundido a negro ochentero, la cámara sigue girando como una pelota de baloncesto, y cruza la pantalla el pájaro mascota.

Sin hacer spoilers, justo en el momento final de «Camino», otro largometraje de Fesser, se ve un detalle fugaz que le aporta otro significado a la película. Si este pájaro significa lo mismo, sería un detalle brillante.


«Campeones» es como una ensalada al inicio de una comida.

1º: Es ligera. Se hace llevadera y su ritmo está envidiablemente medido; nunca aburre.

2ª: Abre el apetito. Ver esta peli te abre la mente y el corazón a la aceptación de la discapacidad.

Y 3º: Si no la pruebas al principio, a lo mejor luego no la aprecias tanto. Como muestra, yo, que el año pasado le vi menos fallos.

«Campeones» puede estimular tu aceptación de otro tipo de gente, pero si no tienes a mano fuentes de calidad para seguir informándote después, tu opinión puede terminar más deformada que si no hubieras visto la película. Es como si te invitasen a esa ensalada en un restaurante. Si con tal de ahorrar, después no pides nada más para cubrir ese apetito recién surgido, saldrás a la calle con hambre y te acabarás comprando bollería industrial. Aunque sea solamente por la escena de la ducha, esta película propaga falsos mitos. Jugando a ser terapeuta a lo bruto, Marco no consigue más que dar a los tutores abusivos más razones para destruir la autoestima de las personas que dependen de ellos.


Javier Fesser es uno de esos directores que cuentan con la confianza del público. Tiene una responsabilidad con sus mensajes, y me temo que en esta ocasión fue vencido por las ganas de inspirar a la gente. Incluso a costa de las víctimas.

La película tiene más problemas, pero hablaré de ellos en mi siguiente vídeo: «Campeones VS Yo, también». Solamente diré que en el futuro, cuando el público general sepa más de temas de psicología, le dará la espalda a esta película igual que a esas películas de los años sesenta que son entretenidas y te ríes pero te da un poco de vergüenza hablar de ellas en público. «Campeones» merece una segunda parte que haga sobrevivir a estos personajes. Ellos no tienen la culpa de que Marco ande estropeando la mitad de las escenas.


TV: ¡No te pierdas «Zipi y Zape y el club de la canica»!

MORADO: Algún día tendré que ver las películas de Zipi y Zape.

TV: ¡El malo es Javier Gutiérrez con un parche en un ojo!

MORADO: ¡Ah, genial! ¡Si se tapa la cara, no me recuerda a Marco!


-----------------------------------------------------------



CAMPEONES VS. YO, TAMBIÉN


En mi anterior vídeo, la reseña de «Campeones», intenté enumerar los valores de la película de Javier Fesser. No obstante, también dejé claro que distaba mucho de ser perfecta. Hay una película de 2009 que ya había superado barreras a la hora de tratar el tema de la discapacidad: «Yo, también», de Álvaro Pastor y Antonio Naharro.

Hoy, en Cinemorados, ambas películas se enfrentarán por un título imaginario que se me ha ocurrido a mí, totalmente arbitrario y basado en mis opiniones personales.


[ CAMPEONES VS. YO, TAMBIÉN ]


Comenzamos con las categorías técnicas y artísticas.


* Mejor guion. *

Los guiones de estas dos películas no se pueden comparar ya que proponen distintas aproximaciones. Por eso no voy a apostar por la historia más cautivadora y con menos fallos, ya que los fallos se pueden corregir sobre el papel; sino por aquel guion que se pueda sostener mejor por sí mismo como proyecto.

Si hubieras leído el guion de «Campeones» antes de ser producida como película, igualmente te podrías imaginar una historia entretenida.

En cambio, creo que la materialización de las ideas de «Yo, también» depende mucho de que sus guionistas fueron también sus directores. No cualquier director podría hacerse cargo de este rodaje. Lo que lo hace un proyecto tan bueno es que es un asunto personal. Es un guion en el sentido más mundanal de la palabra; o si lo prefieres, una escaleta muy detallada. Escuchando ciertos diálogos, juraría que incluso dejaron improvisar al reparto como en la serie de Larry David. La película es buena porque todos aportaron al guion.

Por otro lado, el guion de «Campeones» podría vivir otra vida en forma de remake en el extranjero. En EEUU tendrían mayor distribución; y en Francia sabrían corregir ese mensaje peligroso de que los miedos se curan de golpe. No depende de su reparto ni de su director para llamar la atención.

Partiendo de esto, y a pesar de que tiene más defectos, «Campeones» tendría mejor guion.


CAMPEONES ---- 1

YO, TAMBIÉN --- 0



«Mejor dirección.»

Antonio Naharro y Álvaro Pastor no habían dirigido ningún largometraje cuando llevaron adelante «Yo, también», y convirtieron a Pablo Pineda en un actor decente.

Sin embargo, Javier Fesser tenía más de 20 años de experiencia en largos, cortos, publicidad, y no supo ver los problemas que tenía el guion de «Campeones».

«Yo, también» tiene la mejor dirección.


CAMPEONES ---- 1

YO, TAMBIÉN --- 1



«Mejor reparto.»

Ambas películas cuentan con un reparto excelente. «Campeones» tiene a Javier Gutiérrez interpretando a un personaje que al principio es tan antipático que ya no quiero ver ninguna cosa donde salga el actor. ¡Así de bueno es! Y el resto no se queda atrás: Jesús Vidal, Juan Margallo, Vicente Gil... ¡Aquí no sobra nadie!

Pero «Yo, también» tiene a Lola Dueñas, y Lola Dueñas es capaz de decir una frase tan simple como «Me voy a casa» con voz de borracha con el alma rota. Lola Dueñas, ella sola, podría superar al reparto entero de «Campeones».

No obstante, por si las moscas, voy a darle el punto a «Campeones», o Collantes es capaz de venir a mi casa a darme una patada.


CAMPEONES ---- 2

YO, TAMBIÉN --- 1


«Mejor música.»

¿Guille Milkyway? ¡Guille Milkyway!


CAMPEONES ---- 2

YO, TAMBIÉN --- 2


Ahora, las categorías de representación de la población discapacitada.


«Mejor mensaje ante la infantilización.»

Uno de los temas recurrentes de «Yo, también» es la funesta costumbre de infantilizar a la gente discapacitada. Por culpa de hábitos de hace siglos, demasiada gente cree que si llaman niño a una persona con cualquier condición neurológica le están mostrando respeto. Nada más lejos de la verdad. Es una forma de negar toda autonomía, competencia o integración en la sociedad. La película deja bien claro que una persona con 34, 25 o incluso 18 años ya no es un niño.

«Campeones» también toca el tema en una escena. Lo malo es que, SPOILER, al final de la película el entrenador de baloncesto siente que ya no tiene miedo de tener hijos. Lo que convertiría a sus jugadores en símbolos de la infancia. O sea, «Campeones» trabaja durante dos horas en que seas más tolerante y en el último minuto compara a los discapacitados con niños.

¡Qué demonios! ¡Incluso el título de la película puede sentirse infantilizante! En España, demasiada gente usa la palabra «campeón» sarcásticamente, con un matiz de compadecimiento. Equivaldría al significado de la palabra inglesa «buddy» cuando se usa con niños y con perros. Se nota que los responsables de decidir el título definitivo nunca se cruzaron por la calle con un vecino que les haya llamado campeón queriendo hacerse el simpático.

Por eso, «Yo, también» da el mejor mensaje ante la infantilización.


CAMPEONES ---- 2

YO, TAMBIÉN --- 3



Siguiente categoría:

«Mejor aceptación de las necesidades sexoafectivas.»


En los niños, en los «angelitos del cielo», no cabe la atracción sexual. En cambio, en los seres humanos adultos sí tiene cabida la atracción sexual.

«Yo, también» tiene varias tramas relativas a la necesidad de compartir el amor o el deseo. Una de las primeras escenas muestra al protagonista, un hombre con síndrome de Down, apreciando las virtudes estéticas del porno duro.

Por chupart... Por su parte, «Campeones» tiene a dos integrantes con pareja estable. Tanto Collantes como Sergio presumen de lo felices que son con sus parejas. En principio, eso también daría una buena representación de las necesidades sexoafectivas en un contexto de discapacidad. Pero el guion decide que la novia de Sergio sea prostituta y se regodea haciendo chistes a costa de ella. Todo por hacer el chiste del apellido Zorrilla; que sí, que es un clásico, nunca envejecerá, pero aquí no era el momento.

Incluso aunque no sea el caso, puede llegar a dar el mensaje de que la única esperanza de la gente discapacitada para tener sexo es recurrir a la prostitución. Es decir, «Campeones» trata de quitarle estigma al colectivo discapacitado arrojándole más estigma al colectivo de las trabajadoras sexuales y de las mujeres en general. Pero bueno, esto es una película de baloncesto, ¿no?

«Yo, también» suma su 4º punto.


CAMPEONES ---- 2

YO, TAMBIÉN --- 4



Seguimos con... «Mejor comprensión de los comportamientos nacidos a raíz del trauma.»


Los traumas psicológicos pueden derivar en depresión y otros trastornos. Es decir, se convierten en otra forma de discapacidad.

En «Yo, también», Lola Dueñas interpreta a una persona con problemas graves de salud emocional. Su modo de enfrentarlos es un proceso largo de aceptación y de trabajo interno.

En cambio, el protagonista de «Campeones» repite y repite que los miedos se curan de golpe. Este mensaje no sólo es una falta de respeto al trabajo diario de los expertos en salud mental, sino directamente una negligencia. Una película que va a verse por millones de espectadores no puede dar un mensaje así. ¿Y si miles de tutores se lo creen y empiezan a maltratar a las personas a su cargo ignorando sus pedidos de clemencia? ¿Vas a decirles que sólo es una comedia?

«Yo, también» gana su quinto punto.


CAMPEONES ---- 2

YO, TAMBIÉN --- 5



Aparentemente, «Yo, también» ha ganado. Pero no va a ganar, porque la última categoría pertenece a «Campeones» y vale 100 puntos:

«Más posibilidades de ser difundida al público general.»


Siempre se aprecia más una película imperfecta que hayas visto a una película perfecta que no hayas visto.

Una película donde gente discapacitada busque sexo no te la pondrán en el colegio. Una película donde critiquen a las mamás ignorantes no te la proyectarán en los cines de verano.

Por eso, aunque en su día diera mucho que hablar, «Yo, también» no ha tenido el recorrido del que sigue disfrutando «Campeones». Al final, la gente no se acuerda de la película profunda que hablaba de temas sutiles; se acuerda de las mascotas de los kioskos de lotería.


-----------------------------------------------




YO, TAMBIÉN


Me da vergüenza reconocerlo, pero me había olvidado de «Yo, también». La única razón por la que recordé su existencia fue porque un día estaba buscando canciones de Guille Milkyway y di con su tema original para la película. Me alegro de que él se encargase de la banda sonora.

Este filme se apoya en cuatro columnas: Pablo Pineda, Lola Dueñas, la dirección y el guion.

Pablo Pineda fue el primer europeo con síndrome de Down en conseguir un título universitario. A él le debemos un protagonista sólido de largometraje.

Lola Dueñas es una actriz de las que te indica dónde está la fotocopiadora y gana un Premio Goya. A ella le debemos una protagonista poliédrica.

Tanto la dirección como el guion son de Álvaro Pastor y Antonio Naharro. A ellos les debemos que el conjunto sea creíble.


La trama de «Yo, también» tiene tantas posibilidades que daría para una novela.

El protagonista es Daniel Sanz, un tipo que se enamora de su compañera de trabajo, Laura. Laura está llena de defectos, pero Daniel la acepta tal como es. No así el resto de Sevilla, que murmura a las espaldas de ella; pero sobre todo, de Daniel. Y es que nuestro protagonista nació con síndrome de Down, y por eso de los dos es el primero en ser tratado con prejuicios.

La película es alucinante. Es una joya. Entre sus temas recurrentes está la infantilización y el paternalismo a la que se somete buena parte de la población con discapacidades. Vemos a personajes neurotípicos creyendo de veras que la gente discapacitada no puede tener atracción ni deseo. He profundizado en esto en el vídeo anterior: «Campeones VS Yo, también».


Para conocer cómo se siente Daniel, nos lo muestran hablando con su hermano. Para conocer cómo se siente Laura, nos la muestran acostándose con cualquiera.

Laura vive atormentada y llena de rabia, pero Lola Dueñas sabe transmitir un encanto auténtico. Incluso aunque su relación comience con traspiés, puedes entender por qué Daniel se enamoró de ella.

Asimismo, Pablo Pineda no solía ser actor y tampoco ha seguido ejerciendo, pero se enfrentó a un guion complejo y salió airoso. Hay un par de momentos donde Daniel se aprovecha de las ideas preconcebidas que tiene su entorno acerca de la gente con síndrome de Down, y decide parodiar esos rasgos para burlarse de ese entorno. Si la producción no hubiera contado con alguien con humildad como Pineda, estos momentos de humor se sentirían violentos o ni siquiera se entenderían.


En buena parte de las historias con personajes discapacitados, se tiende a confundir realismo con pesimismo. Parece que los sueños nunca se pudieran cumplir. Para equilibrar este tipo de realismo, hay una trama secundaria con otra pareja. A esta pareja le va muy bien desde el primer momento, dándonos un par de escenas que agradarán a todas las almas románticas. Un detalle de agredecer es que esta pareja secundaria se logra conocer porque Daniel apuesta por el amor en su más amplia expresión. Decide obviar una norma sin sentido y aceptar a alguien simplemente porque es lo humano. También toma la decisión porque Laura odia las normas. Daniel incluso sueña con ella vestida de Red Sonja. ¡Como para no hacer caso!

A su vez, la creación de esta pareja acerca más aún a los protagonistas. El amor regresa triunfante porque se apostó por él.


Tras la escena con música de Camera Obscura, Laura le hace a Daniel una pregunta muy directa: «¿Por qué tú eres más listo?» Él lo achaca a que su madre siempre le habló mucho de todo.

Este diálogo podría quitarse y la trama principal no se resentiría. Sin embargo, hay quienes ven estas pelis como material educativo. Para esa gente, este diálogo es crucial. En esta escena, el protagonista se refiere a tres conceptos importantes en el ámbito de la discapacidad.

Por un lado, la intervención temprana y la presunción de competencia. Ambos conceptos están interrelacionados. La intervención temprana no llegará muy lejos si no se cree de veras que la persona puede aprender las habilidades. Al mismo tiempo, conviene que haya presunción de competencia cuando todavía hay terapias disponibles.

Y por último, el viejo mito de la edad mental. ¡Cosa mala! La edad mental no existe. Cada persona tiene su propio recorrido vital y sus propios hitos. Una persona con 34 años tiene 34 años, se pueda atar los cordones o no.


¡Metáforas! En la primera fiesta, Laura se quita los tacones porque, literalmente, «estaba harta de mirar para abajo». Pareciese que dentro de la población neurotípica estuviera mal visto tratar a los neurodivergentes como iguales, en lugar de como receptáculos de lástima.

Las propias escenas de fiestas —de Navidad, de Año Nuevo, la boda, la discoteca— pueden interpretarse como una representación de cómo se ven las relaciones entre neurotípicos desde la perspectiva de los neurodivergentes: unas eternas fiestas ruidosas en las que en contadas ocasiones puedes participar de verdad.

Esta segregación arbitraria entre personas explicaría la referencia al Jardín de las Delicias, de El Bosco.


Al final, Daniel se vuelve un poco Laura y Laura se vuelve un poco Daniel. Es un buen mensaje.


«Yo, también» es una película que quizá el público más joven ni siquiera conozca, pero está destinada a ser un clásico de la historia del cine español.

No es una película que puedas ver muy seguido. Tiene algunas partes densas, por no decir dolorosas. Pero es profunda y sabe en todo momento lo que quiere transmitir. Se nota que el guion se adaptó al reparto para que cada miembro diera aquello que mejor podía dar. Esto la convierte en una pieza auténtica e irrepetible.

Si viniera Gus Van Sant y quisiera hacer un remake plano a plano, se iba a estrellar; porque el corazón de esta película viene de haber sabido fluir. Por mucho que planifiques sobre el papel, nunca sabes con qué te vas a encontrar el día de rodaje. ¿Vas a forzar a tus compañeros? ¿Vas a grabar de lejos y rezar para que todo se entienda en el montaje? ¿O vas a jugar?


«Yo, también» es un drama humano que reconoce a sus verdaderos protagonistas, huye del azúcar y de esa costumbre capacitista de querer convertir a la gente con dificultades en figuras de inspiración.

Comentarios

Entradas populares de este blog

The Night Clerk (2020) - Reseña Rebañada

Campeonex (2023): Reseña Rebañada

Mercury Rising y el autismo